23 julio 2006

cerrado por vacaciones

Me voy de vacaciones con Él asumiendo que lo quiero. Voy a disfrutar de Él, a quererlo, a acariciarlo, a dejarme acariciar. Voy a discutir con Él por lo que tarda en arreglarse. Voy a probar alguna cosa rica que prepare. Voy a recordarle donde dejó las gafas la última vez. Voy a verlo dormir en la playa después de leer largo rato. Voy a discutir con Él por la música que me pone en el coche. Voy a escuchar la música que Él quiera en el coche. Voy a dormir la siesta abrazado a Él. Voy a dejar que me abrace mientras duermo aunque tenga que discutir con Él para que me abrace en lugar de abrazarlo yo. Voy a dejar que me despierte empapado en medio de la noche. Voy a dejar que me empape. Voy a esperar que me meta mano durante la noche. Voy a despertarme a su lado y lo voy a desperatar para que se levante a desayunar conmigo...
Me voy de vacaciones con Él asumiendo que lo quiero.

20 julio 2006

bestiario popular en otra noche de verano

Otra noche más en la que se puede trazar un nuevo bestiario tuvo lugar en la terraza de la piscina: abarrotada de gente por el anuncio de la representación de una obra de teatro de Valle Inclán de la mano de una compañía de aficionados y al módico precio de un café o una copa.
Se anunciaba la función para las diez y media de la noche y allí llegué con parte de mi familia. Pedimos café descafeinado con hielo y limón. Cuando acabé mi café me pareció que la función y la ocasión merecía que pidiera también un digestivo más contundente y, aunque no fue el de costumbre, lo disfruté sentado al fresco intentando ver la representación.
Por supuesto los actores, poco acostumbrados a situaciones de ese tipo, tardaron más de lo previsto en dar comienzo a la función. Supongo que también prefirieron que acabara el trasiego de camareros sirviendo cena a los muchos comensales que allí se habían reunido, unos simplemente para cenar sin saber que presenciarían una representación, otros llegados hasta allí para la ocasión aunque aprovecharan para cenar. Cuando lo consideraron oportuno y estuvieron preparados salieron a saludar al público y anunciar que comenzarían en breves instantes. Al poco uno de ellos salió para anunciar la obra, para pedir la colaboración del público y para recitar unos versos en los que se hablaba del Amor. Y sin más la primera actriz aplaudió al recitador que la acogió en sus brazos con calor.
Allí fue teniendo lugar una representación en la que apenas veíamos por los comensales que teníamos delante y la falta de previsión de la terraza, y apenas oíamos por el ruido ambiental.^
Por allí fue pasando la hija del taxista que nos invitaba a acudir el sábado a una obra de teatro en el festival de Mérida. Salimos de aquí a las dos de la tarde, cuando llegamos, vamos primero a cenar y luego a ver la obra. Te llevas una camisetita fresca para por la tarde y luego un pareíto por si refresca por la noche. Ella tan mona pero sin saber cuál era la obra que iba a ver. Llevaba de la mano a la hija de una vecina suya, prima segunda mía, que en una arrebato se levanto de la mesa donde estábamos y le arreó en la cabeza a otra que estaba en otra mesa. Utilizó como arma una botella de plástico en la que la abuela le había puesto leche con colacao para cenar. Una bestia.
Antes de levantarse para salir de allí vio llegar a uno de los hijos pródigos del pueblo. Se marchó cuando encontró a su primera mujer: una prostituta muy jovencita de la que se enamoró cuando acababa de dar a luz a su primera hija fruto de una relación anterior. La vergüenza de la madre de el y suegra de ella hizo que se marchara del pueblo aunque lo visitara fugazmente de vez en cuando. Pero aquella noche de teatro popular se presentaba allí con su última conquista, la siguiente después de que la ex-prostituta se marchara de casa y lo dejara con dos plamos de narices y otros dos de panza. Y era una caribeña -porque ese culo y ese color de piel no pueden ser de otro sitio- también con hijo, que lucía tatuajes en la baja espalda y mucha piel al aire gracias a la poca ropa y su gran volumen. Cuando empezó la función sacó cámara digital para inmortalizar la escena.
Más tarde, bastante más tarde -pues la caribeña y el hijo pródigo ya habían dado buena cuenta de la ración de magro con tomate- llegaron las señoras del PP. Y yo no digo señoras por que estén todas casadas, porque no hace falta estar casada para ser una señora, sino porque no quiero enumerar los distintos estados civiles de las señoras. Porque las señoras del PP ya no son todas casadas, como Dios manda. Ahora se presentan tarde en cualquier evento para dejarse ver en algunos casos precisamente por su estado civil o por sus necesidades vitales o fisiológicas o anatómicas o qué sé yo. Pero se permiten incluso vocear al camarero para que les cambie la mesa de sitio, pararse a charlar con los espectadores que intentan seguir atentamente la función, e incluso pedir opinión a unos desconocidos para ver si estaría bien cambiar de sitio la mesa. Estas chicas del PP ya no son lo que eran. Son muy divertidas.
Sorprendentemente fueron los arrabales los que se comportaron aquella noche frente a su costumbre. Dejaron las hamacas recogidas en sus casas -porque no están seguras en medio de la calle si no están ellos- y salieron a tomar unas raciones y ver la obra que les ofrecían en la terraza de la piscina. Pero junto a los arrabales, los amigos de los actores se sintieron contagiados y no dejaron de reir a carcajadas y mandíbula batiente cualquier gracieta del texto o cualquier gesto de sus amigos. Estos no fallaron ni se despistaron en la dicción. O al menos eso pareció.
Sin esperar a que terminaran los actores su representación decidimos marcharnos porque no veíamos ni oíamos nada. Pagamos religiosamente y nos marchamos.
No imaginé encontrarme un bestiario tan lucido y tan variopinto.

17 julio 2006

bestias en una noche de verano

Se enciende la hoguera que servirá para preparar las carnes y se coloca la mesa en la que se servirán junto con el resto de platos preparados en frío. En torno a ellas girará el desfile de bestias que disfrutarán de la velada con mayor o menor agrado, con más o menos humor.
Y antes de terminar esos menesteres ya se ha presentado el primero de los invitados, aquel al que le gusta llegar puntualmente y siempre se encuentra con el retraso del anfitrión, pero al que no le duelen prendas echar una mano y colocar o disponer lo que haga falta. Llega acompañado de alguno que se comporta contrariamente desinteresado en ofrecer su ayuda para rematar la faena. Bestias ya sabemos que hay para todos los gustos. Como no colabora, prefiere ir sacando una cervecita o abriendo la primera botella de vino y sirviendo a los que colocan la mesa y atizan el fuego.
Van llegando también otras bestias puntuales que van viendo como la mesa se llena de platos, vasos, cubiertos, cestas con pan, servilletas y alguna vela que acompañe con su luz y asuste los mosquitos de las noches de verano.
Se presenta a los que no se conocen y se van formando corrillos: algunos acompañan a quien se ha de encargar de surtir la barbacoa para que el calor de la hoguera le resulte menos sofocante con la compañía, otros se van sentando alrededor de la mesa o campan de pie formando distintos corrillos según intereses distintos. Pero falta alguna que otra bestia.
Llega enseguida la que se ha cansado de esperar a otra que suele retrasarse siempre y desespera a los que esperan hasta el punto de dejar de esperar. Y a su llegada comenta lo de siempre: siempre hace lo mismo, siempre es la misma, es la última vez que espero, ...Y a la llegada de la tardona, se repiten también los comentarios de otras veces: no tiene paciencia, mete prisa y me desconcentra, solo he tardado un minutito,... Y puede que incluso esa discusión esconda otra más seria. Y puede que incluso la discusión abandone el escondite y salga a la luz esa noche al calor de la hoguera.
En los corrillos la conversación ya se ha animado. En algunos la conversación resulta aburrida y pasan por él todos aquellos que desconocen de qué va la vaina, pero que al punto de no poder entenderla buscan la escusa de una copa vacía o un poco de apetito para retirarse a la búsqueda de algo que llevarse a la boca y encontrar refugio en otra conversación más amena. Porque siempre hay quien acapara el tema de la conversación sin dejarlo evolucionar, y lo hace con tanta pasión que llega a provocar el interés de quien se encuentra lejos de ella. Pero al acercarse descubre que se trata de una conferencia interminable sobre el tema de siempre. Hay alguno que no se acerca porque a pesar de no oir lo que se trata en aquel corrillo puede imaginarlo por quien tenga la palabra y por las caras de quienes le acompañan.
Llega la hora de salir la carne del asador y descubres que se despierta la bestia carnivora: aquella a la que no le puedes poner de comer una ensaladita con varios ingredientes porque los detesta todos, no le gusta el queso, no le gusta ninguna de aquellas fruslerías comestibles que se suelen poner en estos casos para deleitar algunos paladares menos carnívoros. Esta vez no ha protestado, pero puede llegar a manifestar su malestar porque no le guste nada de lo que encuentre sobre la mesa y en ocasiones ha causado algún que otro problema.
Poco a poco los estómagos de las bestias se han ido llenando sólidamente y hay que regarlos además con algún licor. Y salen los licores por doquier para regar las gargantas secas y aliviar un poco los estómagos cargados. Las conversaciones se aceleran y, con suerte, las conversaciones han variado su temática, los contertulios han intercambiado sus sillas, se levanta alguna voz sobre las demás en ocasiones, pero a buen seguro, la bestia monotemática continúe soltándole el rollo al último en llegar, esa bestia que suele llegar después de la cena a tomar simplemente una copa y que enseguida se va porque no aguanta más al susodicho, que lleva ya algún que otro gramo de alcohol en la sangre y le cuesta articular palabras y pensamientos, con lo que la conversación se hace insoporta ble. Es entonces cuando, por fin, toma alguna determinación: incorporarse a los grupos y perder protagonismo, o marcharse.
Algunos se alegran tanto que la excitación les lleva al baile, a la risa, al despelote, al desnudo parcial o integral...
Fiestecitas de verano.

13 julio 2006

neotortuga

La neotortuga es una especie de bestia que se caracteriza por su timidez y por la interiorización de sus sentimientos. Esa interiorización la expresan de distinta manera según la subespecie a la que pertenezcan. Esa interiorización y esa timidez no siempre se hacen de la misma manera, cada subespecie tiene una forma de esconderlas.
Hay una neotortuga tremendamente tímida que tiene un caparazón muy grande y con los huecos muy justos para esconderse y no ser cazada ni atacada por los depredadores. Los huecos son tan pequeños que no deja ver al resto de las bestias si está escondida o se trata de un caparazón vacio. Su cuerpo se contrae de manera lenta y queda escondida dentro de su caparazón durante el tiempo suficiente, generalmente largos períodos en los que la neotortuga pretende hacer olvidar a las demás bestias el motivo de su refugio. Pasado el tiempo que considera pertinente vuelve a aparecer sigilosa, lentamente también para empezar de nuevo habiendo olvidado en apariencia su último escondite y habiéndolo hecho olvidar al resto de las bestias. Estas conocen el carácter de esta neotortuga y en la mayoría de los casos fingen olvidar.
En este grupo se encuentra también otra de características parecidas, pero que a la hora de esconderse, se cuida mucho de poder ver desde dentro lo que ocurre fuera para no ser atacada con lo que ocurra mientras dura su ausencia. Desconfía del resto de las bestias a la hora de ser discretas con su silencio y su ausencia.
Otras neotortugas tienen el caparazón más pequeño y esconden ligeramente la cabeza doblando el cuello. y cerrando los ojos pero dejando ver casi con descaro que están escondidas. De esa manera no tienen la obligación de mostrar sus sentimientos pero hacen saber a los demás que hay algo que ha pasado que les mantiene así, con lo que conseguirán atraer la atención de nuevo cuando saquen la cabeza del escondite. Ese momento suele llegar más o menos temprano, de manera que el resto de las bestias no olviden el motivo por el que se refugiaron en su pequeño caparazón.
Esta neotortuga ve menguar su caparazón a medida que crece. Según se va haciendo fuerte va necesitando un caparazón más pequeño. En la infancia apenas se distingue de las otras tortugas salvo por la forma de esconder la cabeza; es en la edad adulta cuando aparecen las diferencias entre las dos especies. Mientras la primera es tímida, esta última se oculta sólo para llamar la atención fingiendo timidez.
Una forma distinta de llamar la atención es la que utiliza la última de las especies de neotortugas. Se trata también de refugiarse, pero en este caso no solo en el caparazón -que también lo puede hacer- sino además en un lugar recóndito donde se retira a meditar durante largo tiempo. Sin previo aviso y sin explicación, la neotortuga se retira y desaparece hasta que lo considera oportuno sin dar explicación ninguna al resto de las bestias, ni siquiera cuando estas están implicadas o son causa de su retiro. No se trata en este caso de timidez sino de otra cosa. Quizás sea orgullo, vergüenza, dolor.
En todos los casos el caparazón va adquiriendo un grosor mayor con la edad de la neotortuga. El grosor del caparazón hace a la neotortuga cada vez menos vulnerable, más autosuficiente en su defensa y con mayor capacidad para ausentarse.

11 julio 2006

bestia presumida

Después de hacerlo, cuando llego a casa, una vez que me he dado cuenta de lo que he hecho, me arrepiento tanto, me avergüenzo muchísimo y me río de mi mismo.
Lo evito siempre que puedo, intento que no ocurra nunca, pero a veces se me escapa, me dejo llevar por el interés que escasamente despierto y aprovecho la ocasión para hacerlo. Aunque más que aprovechar la ocasión, la ocasión se aprovecha de mi vanidad oculta para sacar fuera la bestia presumida que llevo dentro. Luego me avergüenzo terriblemente.
La bestia presumida en que me convierto no es esa bestia que muchos ven porque salta a la vista. La bestia presumida que soy está muy oculta, encerrada, presa de mi propia vergüenza, pero lucha por salir y se deja arrastrar por la ocasión de vez en cuando.
La bestia presumida de la que me avergüenzo es esa bestia que hace que algunos cuenten sus hazañas amorosas, o sus juergas etílicas, o sus éxitos profesionales injustificados... Presumen de haber tenido muchos amantes y lo cuentan con desgana forzada no queriendo presumir de ello pero fracasando en el intento; Dejan ver al otro lo grandes que son en el amor, le hacen ver una superioridad, le muestran su carácter prescindible y se jactan de sus capacidades amatorias al mismo tiempo que se vanaglorian de su autosuficiencia. Narran a diario multitud de noches sin fin a la sombra del alcohol en cantidades cada vez mayores sin efecto ninguno sobre ellos y tienen siempre mil anécdotas alrededor de esas juergas que suelen ser las más divertidas de todas. Han sido afortunados en su profesión recibiendo un golpe de suerte en algunos casos que les ha llevado al éxito; en ese caso no dudan en presumir de ello hundiendo al pobrecito que se deja los cuernos en el empeño.
Esa misma presunción es la que me avergüenza cuando la practico: no me gusta.

09 julio 2006

bestias solas

Este aburrimiento que me embarga estos días me obliga a pensar incluso en él -el propio aburrimiento- de tanto tiempo como tengo para pensar.
Me acuerdo de aquellos veranos en que todo el mundo tenía vacaciones y de una manera o de otra siempre había con quien compartir algo. Ya en aquella época me percataba de lo diferentes que somos para esto de compartir, y pensaba quizás en las causas de que algunas bestias fueran capaces de compartir más que otras. Quizás la costumbre de hacerlo. Quizás la costumbre era consecuencia de la necesidad.
El caso es que siempre localizaba parejas de bestias, cómplices entre ellas; a veces tríos; nunca grupos muy numerosos. Recuerdo aquellos veranos de bestias amigas. Complicidades que han desaparecido hoy en la mayoría de los casos, pero que en algunos se conservan. Algunas veces esos pares de bestías cómplices iban cambiando por temporadas, se alternaban, no sé muy bien por qué motivos. Algunos veranos me sorprendía viendo juntas a dos bestias que el año anterior no hubiéramos imaginado. Otros siempre han compartido confidencias desde aquellos veranos. Se mantienen fieles a esa complicidad. Luego esa complicidad se ha convertido en amistad, en compañerismo, en un cariño que pervive y sobrevive a matrimonios, hijos,...
Aquellos veranos yo los compartía con mi hermana.
Muchas bestias comparten con los hermanos aquellas cosas que les interesan, lo que les preocupa. Es verdad que es más fácil compartir esas cosas con hermanos de edad parecida y del mismo sexo. Pero esto no es una cuestión de elección. Esto viene por defecto. Hay hermanos a la gresca constantemente, otros que mantienen el vínculo por naturaleza y otros que lo alimentan con esfuerzo, tesón y cariño.
Había quien no tenía hermanos ni amigos. Algún verano tenía la suerte de encontrar mejor oferta. Pero muchos de esos veranos los pasaba en soledad. Aunque la pandilla fuera un refugio, el refugio se desmoronaba por las complicidades que la pandilla creara ese verano. El refugio de la pandilla era momentáneo, y poco fiable para acudir a él con cosas serias. Se recurría a la soledad entonces. Una soledad impuesta por la falta de hermanos, fomentada por la pandilla en muchos casos. Pero que en algún caso era elegida.
Elegir la soledad era una opción. Es una opción aún. Quizás con el tiempo se haya convertido en costumbre, y la compañía o la complicidad haya dejado de ser una necesidad. Quizás se haya convertido en un rasgo bestial. En cualquier caso a veces es muy aburrida.

08 julio 2006

bestias aburridas

Llegan los días del aburrimiento. Esos días en que las bestias repasan la cantidad de cosas que pueden hacer y lo aburridas que son las cosas que casi siempre hacen. Es una rutina en la que están inmersas distintas actividades divertidas, entretenidas, complicadas, interesantes, agotadoras... de distinto tipo, en fin.
Llegan esos días de aburrimiento que comienzan con el repaso de las cosas que hay que hacer inevitablemente y que es mejor hacer cuanto antes para despreocuparse: pasar por el banco para actualizar la cuenta, para domiciliar los pagos, para ponerse al día después del susto de hacienda; hay que llevar el coche al taller porque ha pasado mucho tiempo desde la última revisión y ya pita cada vez que entras, pero hay que calcular que puedes estar sin coche un par de días por si acaso; en algún caso puede ser necesaria la visita a un abogado, procurador o notario, registrador de la propiedad o agentes financieros. ¿Quién sabe? Pero seguramente haya pasado una semana y no te hayas dado cuenta de que han empezado esos días del aburrimiento. Casi con toda seguridad te has levantado a la misma hora que antes.
Terminadas estas gestiones comienza el repaso de los armarios para la retirada de ejemplares desfasados, la reposición de algunas necesidades básicas en las rebajas, el arreglo de otras piezas reciclables y la preparación de las maletas para la gira turística en la que te embarcas en unos días. En la tintorería no te planchan ninguna chaqueta porque hace mucho calor pero si la dejas para limpiar te la entregan limpia y planchada; pronto descubres en el resguardo que la chaqueta nueva que has encontrado en las rebajas y que aun no has estrenado por el calor para la tintorería es una pieza seminueva. Los arreglos no te los hacen en ningún sitio porque están hasta arriba de trabajo pero de todas formas se van de vacaciones en diez días. En la tienda tampoco te lo arreglan porque la modista ha cogido vacaciones con su marido y no vuelve hasta que tu no te vas. Y cuando no habías terminado de deshacer las maletas por el final de curso ya estás a tortas con ellas para el viajecito de rigor porque "¿...es que no sales de vacaciones? ¿...es que no te vas a ningún sitio?" ¡¡¡Pero si acabo de llegar, coño!!!
El viaje de verano ha de ser importante porque tu estatus te impide quedarte en casa aunque lleves fuera de ella todo el año. Hay que salir si es posible al extrajero, a un sitio exótico, poco visitado, fuera de las rutas turísticas, y barato, sobre todo barato para lo que haya en el mercado. Tienes que gastarte el sueldo del mes en una semana y que parezca barato. El turismo rural es para otra época del año, es para otro tipo de turista. Hay que viajar a Suecia, a Finlandia, a Sudáfrica, a Buenos Aires, al Caribe no, a Nueva York tampoco que hace calor, París es para un puentecito en otoño, Praga está muy vista -pero yo no la he visto-, la Selva Negra alemana no estaría mal.
A todo esto aún no he hecho ninguna reserva y todo está pillado. Me quedo en el apartamento de un amigo y pruebo a ir un fin de semana a la playa. Pero la maleta hay que hacerla.
Esos días de asueto, una vez instalado no dejan de ser días de aburrimiento. Descanso, sí, pero aburrido en muchas ocasiones. Dormir todo lo que puedas, que está muy bien. Follar lo que puedas porque lo que quieras ya es complicado. Leer porque llevas todo el año sin agarrar un libro, pero este verano acabas con la estantería. Tomar el sol porque tienes un blanco nuclear que asusta al miedo. Comer y cenar bien rico porque qué mejor cosa durante las vacaciones. Paseo por la playa por hacer un poco de ejercicio que no servirá para paliar los excesos.
Todo el tiempo no puede compartirse con los amigos pero al menos se puede compartir algún rato.
Gran parte del tiempo se pasa con la familia. Con la de todos los días, con la que no ves en meses, con la que no aguantas en años, y el tiempo se pasa con aburridas sesiones de visitas. Muchas de ellas no te las devuelven -gracias a Dios-, otras llegan en el peor momento, siempre aburridas, rutinarias.
A la vuelta más.

05 julio 2006

asumo que te quiero (III)

Pero hay muchísimas cosas que sí conozco de ti y que me encantan. Son todos esos gestos, todas esas caricias, esos guiños a los que no sé si he terminado de acostumbrarme. Son esas pequeñas cosas que casi nunca te reconozco porque te pones tan pesado para que lo haga.
Me encanta que te preocupes tanto por cocinarme platos ricos y curiosos aunque luego tenga que decirte a cada cucharada lo bien que lo haces y no pueda disfrutarlos. Me encanta cómo me miras cuando esperas que te diga lo rico que está todo, y lo que te pavoneas cuando te lo digo exagerando mis halagos. Me encanta como te pones regañandome por no ser tan vehemente en esos halagos.
Me gusta tu cara cuando te quedas dormido después de esas largas semanas de trabajo, de vuelta en mi casa, haciendo esfuerzos para recuperar el ritmo de sueños y los horarios que no puedes llevar mientras trabajas. Aguantas el sueño todo lo que puedes pero se te cierran los ojos y duermes de cualquier manera: sentado en el sofá sujetándome las piernas a mi y acariciándome la barriga. Duermes haciéndome feliz. Me gusta cuando te despierto para que te vayas a la cama y me dices que prefieres esperar para coger de nuevo el horario. Me gusta verte dormir.
Agradezco la confianza que has puesto en mi este año pensando que había alguna posibilidad de que aprobara. Te agradezco también que hayas entendido que no necesitaba a nadie recordándome a cada momento que tenía que estudiar. Has hecho lo posible por complacerme en todo momento no insistiendo en que estudiara porque sabías que no me gusta esa insistencia. No has querido molestarme incluso estos últimos días en que tú estabas molesto y enfadado conmigo.
Nunca me imaginé que nadie pudiera preparar un vaso de agua con una pastilla efervescente para que se me pasara un dolor de cabeza. No pensé jamás que alguien pudiera preocuparse por mis dolencias cuidando de ellas como lo has hecho tú en alguna ocasión.
Aunque te ha costado mucho, has sabido adaptarte a mi vida en un pueblo pequeño después de estar acostumbrado a la gran ciudad. Has aceptado aburrirte conmigo dejando de lado la oferta social y cultural de tu casa. Has encontrado compañía, amistad y conversación en mis compañeros y amigos.
Hay tantos gestos que puedo relatar. Hay tantas cosas que me indican que me quieres. Soy tan afortunado por haberte encontrado y por tenerte que no me queda más remedio que asumirlo...
...Asumo que TE QUIERO.

04 julio 2006

asumo que te quiero (II)

Asumo que te quiero y lo sé desde hace tiempo.
Asumo que te quiero y he sabido decírtelo alguna vez porque en este tiempo que llevamos compartiendo juntos he aprendido contigo a decir lo que te digo. He aprendido contigo a decirte lo que siento. Nunca te escondo lo que siento. Sé, en cambio, que hay cosas escondidas todavía, nos quedan cosas por aprender el uno del otro. Todavía no he conseguido saber lo que sientes. Sé que me quieres. Pero se trata además de querer seguir juntos y tú sabes que yo quiero, se trata de querer hacer cosas juntos y tú sabes que yo quiero, se trata de estar preparados para crecer y ya sabes que quiero prepararme... A ti te cuesta más hacer planes, y sobre todo expresármelos. Intento traducir lo que sientes a través de tus gestos, de tus miradas, de tus caricias... Pero no me lo dices. Siento que tienes más miedo. Y el miedo que creo que sientes me hace dudar y sentir miedo, pero al mismo tiempo me parece tan bueno sentir miedo contigo. Porque ese miedo me obliga a expresarte lo que siento para que tú me lo digas a mi también, pero no lo consigo.
Lo has podido leer en la bitácora. Sé que piensas que lo que has leído no te gusta, porque no te lo he dicho. Pero hay cosas que sí que te he dicho. Y también están en la bitácora aunque no las hayas visto.
Un día de febrero nos sentamos en el sofá después de comer como siempre -ya sé: yo no me senté, yo me tumbé- y mientras me acariciabas te pregunté qué te habría gustado que hiciera con mi próximo curso. Como el año anterior respondiste dándome libertad para hacer lo que quisiera -y sabes que quiero estar contigo- y no pude sacarte de ahí. Pero insistí en querer estar contigo y te hablé de futuro. Te propuse la posibilidad de un futuro más juntos. Te hablé de acercarnos. Te propuse compartir más cosas. Yo no quería una respuesta inmediata. Quizás sabía que no la tendría. Y tu no la diste. Te asaltó una vez más el miedo y no dijiste nada. Yo entendí que la idea te gustaba aunque no dijeras nada. Sé que te emocionó saber lo que siento porque a pesar de tus reticencias para besarnos y acariciarnos en el sofá -siempre me acercaba yo- aquel día lo hiciste: te pusiste sobre mi, me miraste con esos grandes ojos castaños apuntandome con sus pestañas, sonreíste, te acercaste más aún y me besaste sin que yo tuviera que pedírtelo.
Supe que me querías, Supe que te gustó lo que dije, pero no supe ni lo sé todavía si tengo que tomar decisiones en otro sentido, si debo cambiar mis objetivos y mis preferencias, si debo hacer algo para acercarnos más, para conocernos más. Tú ya sabes que yo quiero. Yo no sé qué hacer, pero espero.
Asumo, por tanto, que no me digas lo que quieres, asumo que tú eres así -me dicen que es cosas de los piscis-, asumo que tengo que esperar más tiempo y no sé cuánto, asumo que te sientas molesto con lo que hago o digo...
...Sigo asumiendo que TE QUIERO.

03 julio 2006

asumo que te quiero

He jugado a las adivinazas a través del neobestiario cuando sólo pretendía contar, escribir, describir, expresar... -en este momento no sé ni lo que quería con esta bitácora-. El anonimato otorga estos privilegios.
Pero cuando se deja a un lado el anonimato se pierden esos privilegios, las adivinanzas se convierten en pruebas del delito, los cuentos son noticias, la escritura es vida, las descripciones se materializan, lo que se expresa tiene voz propia: la mía.
Has oído mi voz en lo que escribo aquí, has visto mi propia vida. Mis vicios y mis virtudes verdaderas las ha visto en la bitácora aun siendo cibernética y aun siendo esos vicios y esas virtudes en gran medida literarios. La ciberrealidad convertida en realidad. La realidad ahora le parece mentira.
He jugado con fuego, solo puedo asumirlo. Como asumí en su día que me estaba enamorando. Igual que asumí que te cogía cariño cada día. De la misma manera que asumo que te quiero. Sé que te quiero porque nunca lo sentí antes y ahora el sentimiento es intenso y constante. Pienso en Tí cuando me acuesto y cuando me levanto, cuando como y cuando ceno, cuando callo y cuando hablo... y nunca me pasó con nadie.
Las cosas ocurrieron deprisa pero transcurrieron despacio, lo suficientemente despacio para querernos, tan despacio que nos fuimos descubriendo poco a poco, que nos estamos descubriendo todavía. Sigues mirándome como el primer día, entre descarado y avergonzado, como agachando la mirada: el descaro lo ponen unas amenazantes pestañas negras bien tupidas disparadas al abrir los ojos, la vergüenza se te escapa agachando la carita y tocándose la nariz con la punta de los dedos en tu mano extendida. Descaro y vergüenza en tu boca abierta con la lengua hacia atrás después de provocarme con algún gesto o con alguna frase. Descubrí esa mirada el primer día y aún no sé si la conozco o me queda algo por descubrir.
Continúas caminando dos pasos por delante de mí, como si me quisieras enseñar todo, como queriendo llevarme a todos sitios, como sabiendo dónde quieres llevarme, como si quisieras comerte el mundo y, en cambio, a veces me parece que te cueste pisar, que coloques tu cuerpo para caminar de una manera concreta intentando esconder tu forma de caminar. Claro que sigues caminando igual, pero aún no sé como caminas.
Hay tantas cosas que me quedan por descubrir y que quiero descubrir despacio que no puedo dejar escapar la oportunidad que tengo de descubrirlas despacio, tus cosas, y de mostrarte las mías. Pero debo de ser tan poco convencional -raro si quieres- que te asusto cada vez que te muestro algo. Te has asustado.
Asumo que soy poco convencional o raro. Asumo que eres más convencional y que te gustaría que yo lo fuera. Asumo mi incapacidad para satisfacerte en esto. Asumo que te estoy conociendo y que aun no te conozco. Asumo que quiero conocerte y que me conozcas. Asumo que me he equivocado y asumo que no puedo corregirme, que tengo ya una edad...
...Asumo que TE QUIERO.

02 julio 2006

me tienes las orejas "mosas"

El título es una frase de mi madre. A veces, en lugar de orejas, dice oídos -quizás con más propiedad en este caso-.Si tengo que dar una explicación de lo que significa -tengo que hacerlo- he de recurrir a unas etimologías inventadas sin base filológica ninguna. Creo que mosas es una deformación de mohosas, y a la palabra mi madre le da un significado que no tiene para el resto de los mortales. La culpa no la tiene mi madre, la etimología de la palabra se remontará ve a saber dónde: también se lo oía decir a mis abuelos maternos y supongo que ellos no crearían el vocablo; el habla de mis abuelos tiene rasgos del leonés, del gallego, del extremeño... castellano occidental, un castellano muy particular el suyo.
En fin, mosas significa en ese contexto algo así como agotadas, cansadas, ahítas, quizás dilatadas, seguramente quiere decir muy preparadas para escuchar, expertas en la escucha, bien entrenadas.
Los que utilizan el messenger para comunicarse con otras bestias habrán comprobado como algunas de ellas anuncian su estado o su situación personal en el lugar del nombre o del mensaje para mostrar. Así te avisan de su cumpleaños con un mes de antelación, de su nueva condición de enamorados, de su enésima depresión.
Sin necesidad de recurrir al ciberespacio están aquellas bestias que cogen el teléfono para informarte detalladamente de sus actividades con todo lujo de detalles sin importancia hasta que preguntas por algo que realmente te importa o hasta que cuentas algo que a ellos no les importa. Muchas bestias callan lo realmente importante para ti. Muchas bestias no tienen ningún interés por ti, más que para que pongas la oreja, para dejártela mosa.
Alguna vez he probado a manifestar lo que siento en esos casos, pero no suele surtir el efecto deseado. La bestia que oye la verdad está oyendo demasiado en muchas ocasiones. Está oyendo algo que no quiere oir. Ahí es donde termina el relato.
Esto no es un relato pero lo voy a dejar aquí, tengo un café en la mesa y compañía.
...
El café y la compañía me han hecho pensar en lo diferente que es una mesa más concurrida. Antes hablaba de un diálogo, pero la conversación mantenida durante esta pausa me ha mostrado que en estos casos también hay bestias que hablan más que los demás, bestias que escuchan lo que les echen, bestias que preguntan para escuchar, bestias que esperan preguntas para ser escuchados... la fauna es variopinta, plural, interesante.
En estas conversaciones el chaparrón verbal es más llevadero, se comparte, es uno solo el que habla mientras que los que escuchan son varios y se reparten el peso de la audición. Llegado el caso se puede desconectar aprovechando el desvío de la mirada de la bestia que habla o se puede introducir más fácilmente algún elemento que pueda desviar un poco el tema de la conversación. Cuando se trata de un diálogo -me parece que estoy hablando de una confesión- es más difícil obligar al la otra bestia a cambiar el rumbo.
Al final, después de tanto escuchar, muchas veces no he oído lo que quería, pero construye. Abrir los oídos es como abrir la mente, al menos me lo parece. Un profesor que tuve decía que le daba más miedo el que escuchaba que el que hablaba. Será que a quien habla se le va la fuerza por la boca y quien escucha guarda todas sus fuerzas. Más o menos así lo explicaba mi profesor.

01 julio 2006

bestias organizadas

Esta evaluación a la que me someto periódicamente me hace sentir como mis alumnos, en evaluación contínua. Año tras año tengo que someterme a ella quiera o no, pero reconozco que viene bien. Debería coincidir con la hoguera del santo y poder quemar lo que sobre.
Esta evaluación consiste en repasar lo que tengo, y lo que soy -me parece que lo hago en este orden-. Y en el repaso me doy cuenta de que soy desorganizado incluso en esta situación que exige tanta organización. En esta cuestión funcionan más los grises que el blanco y negro porque según hacia donde mire encuentro una tonalidad o una inensidad distinta de gris. Se mezclan en cajas productos libros de texto con novelas, discos con revistas, cosméticos con especias, bufandas con gamuzas... Pero todas las cajas son iguales, del mismo tamaño... de manera que pueden colocarse como los cubos del puzle de un niño, de manera que puedan ir bien colocadas en el maletero del coche, de manera que puedan reposar un tiempo en algún cuarto sin necesidad de ocupar mucho espacio o desordenarlo. Así como los discos y las revistas se ordenan por el momento en que fueron utilizados, los libros están ordenados siguiendo un criterio lógico para su utilización. Mientras que calzoncillos y calcetines se ordenan igualmente por el momento en que fueron lavados, las camisas y camisetas se ordenan por colores para ser localizadas. Si el baño parece una locura de toallas, cremas, colonias y medicamentos, la cocina se ordena por tamaños y el frigorífico por la condición de los productos.
Pero si me fijo en otras bestias me da la sensación de que no se trata de organización sino de manias bestiales. Hay quien organiza su despensa por orden alfabético y coloca sus cremas y perfumes por el tamaño del recipiente que los contiene. Hay armarios que parecen cajones desastre, otros que están vacios porque sus ocupantes naturales se han revelado por la habitación ocupando el sitio natural de los libros, o del despertador, quien sabe si el de la bombilla de la lampara...
Hasta el momento de la evaluación hay cosas que no sé dónde han estado todo ese tiempo; hay otras que no sabía que estaban; y muchas que no tenían que haber estado porque no hacían falta -la mayoría-. Cosas y más cosas que se reparten por el espacio de distintas maneras: más o menos ordenadas o desordenadas. Aunque me parece que hay mucho espacio, descubro que este podría ser infinitamente mayor si no fuera por la cantidad de cosas. Desorden organizado, desorganización ordenada, organización ordenada, orden organizado. Evaluación final: un simple aprobado quizás...
...Pero nunca olvido nada.