28 marzo 2007

dos años con Él

Dos años con Él y sin ser un cámino fácil no ha sido agotador, quizás porque tampoco haya sido largo.
Todo empezó durante aquellas vacaciones de semana santa tan aburridas en las que no hice otra cosa que enredar, y enredando enredando acabé dando con Él una noche a las tantas, mientras trabajaba.
Quiso resultar simpático, quiso ser agradable, supo ser comprensivo incluso tan pronto aunque no recuerdo bien si la ocasión lo requirió y cuando pensó que aquello acabaría allí estaba yo para no dejarle tirar la toalla. Él no hizo nada, sólo aceptar que las circunstancias nos separaban. Yo aporté la solución, por otra parte tan sencilla.
Un día como hoy de hace dos años nos encontrábamos en la Gran Vía de Madrid. Eran las ocho de la tarde, aún lucía el sol y la calle bullía de gente. No sé por qué me reconoció: quizás fuera la única persona que hablaba por teléfono en la otra acera -hablaba con Él- y con el tiempo me reconoció que no le gustó verme tan de rojo, aunque con el tiempo también entendió que es el color que me describe mejor según su propia visión de mi. Él era mucho más discreto, color arena suave en el jersey y en la cazadora. A pesar de las diferencias estéticas no se arredró y eso me convenció.
Buscamos un bar y tomamos unas cervezas hasta las doce y media de la noche. Al día siguiente Él no trabajaba pero yo sí, volvía al tajo después de las vacaciones. Hablamos, reimos, nos conocimos un poco más... y nos despedimos cordialmente hasta la próxima ocasión sin saber muy bien cuándo sería. Yo ni siquiera me planteé en aquel momento repetir porque Él tampoco pareció mostrar mucho interés en repetir pronto.
Cuatro días después mientras tomaba una cerveza en la plaza de Chueca volvió a sonar el teléfono. Preguntaba cuáles eran mis planes para el viernes y no resultaron ser los mejores para compatibilizarlos con los suyos. Pretendía invitarme a comer y yo le acababa de decir que pensaba salir de clase y marcharme de Madrid. Pero cuando me hizo partícipe de sus planes cambié los mios. Nunca nadie había mostrado ese interés por mi y no podía perder la ocasión de averiguar por qué.
Esa vez vestía chaqueta y pantalon chino, también de color arena -le gusta- aunque explicó que se había puesto así porque salía de viaje a la feria de Murcia con unos amigos. Comimos, charlamos, reimos como ese lunes... me ofrecí a dejarle en Atocha y aceptó. Fuimos a su casa a recoger su maleta y subiendo las escaleras descubrí su culo y sus piernas. Cuando lo dejé en Atocha me pidió un beso de despedida, me rodeó la cintura de una forma a la que estaba poco acostumbrado, se acercó a mis mejillas y me besó. Su mano rodeándome me dijo muchas cosas de Él y me hizo sospechar de mi.
Un sms tras otro en esa tarde de tren y de coche me hicieron tranquilizar sin darme cuenta después de meses en tensión. Pasé un fin de semana en las nubes y el domingo decidí agradecérselo devolviéndole la invitación a comer.
El lunes nos encontrábamos de nuevo en Sol para comer muy cerca, en la calle Sevilla. Comimos con vino, tomamos café en B Aires, después un mojito en La Lupe, otro mojito más... nos provocamos el uno al otro pero tuve que ser yo quien le besara a Él. Enseguida reconoció que Él no se hubiera atrevido aunque lo estaba deseando. ¿Quién sabe qué hubiera pasado de no haberlo hecho?
No hemos vuelto a separarnos más que lo necesario, más de lo que yo he deseado. De lo demás, del camino recorrido, ya he contado aquí algunas cosas, otras están por contar quizás. Pero ese camino sólo me lleva a un sitio...
...le quiero con el alma.

19 marzo 2007

san josé

Años después aún le echo de menos y su espacio no va a poder llenarse nunca. El tiempo no curará esa herida por mucho que corra y se quedará abierta, sin cicatrizar, sin cura posible, sin tratamiento...
Su recuerdo vuelve a diario por razones distintas: hoy por ser su día, un día que él apenas celebraba pero que agradecía que le recordásemos; mañana porque llega un nuevo cachorro con su sangre que le habría hecho reir, y posiblemente llorar y que nos hará llorar a todos como ocurrió con el otro recordándole a él, su ausencia.
¡Cuánto te echamos de menos!

15 marzo 2007

neoerizo

Se esconde dentro de su propio cuerpo, se enrolla hacia dentro, se protege así del exterior y eriza sus púas si se siente atacado. Cualquier cosa puede ser considerada un ataque por el neoerizo: una respuesta que no es la que espera, una sugerencia hecha cuando no la espera, un consejo mal recibido -y seguramente mal dado-,...
Cuando el neoerizo se siente atacado de esta manera lanza sus púas en vertical para no dejar entrar a nadie en su interior, y para hacer daño si alguien lo intenta o incluso si no lo intenta, tan sólo estando cerca puede pincharte fuerte.
Pero el neoerizo se esconde antes de ser atacado, se esconde cuando considera que aquello que le rodea no puede ayudarle. En estos casos puede sacar la cabecita para buscar ayuda en alguna bestia amiga, pero suele ser peligroso para esta porque el neoerizo suele buscar previamente la respuesta en su interior y lo que busca después asomando el hocico es que la bestia amiga se la confirme.
Y ahí es cuando la pobre bestia amiga corre peligro porque el neoerizo se cubrira con sus púas en cuanto sospeche que la respuesta no va a ser la que él espera.
Algunas consideraciones sobre el neoerizo:
  • El neoerizo no tiene un virus, lo tienes tú.
  • El neoerizo tiene un amigo aunque se le demuestre que no lo es.
  • El neoerizo busca ayuda pero él ya sabe cuál es la ayuda que le van a prestar y no le vale cualquier otra.
  • El neoerizo se esconde y saca sus púas y da igual que tú le sigas hablando.

En fin, otra bestia más de este neobestiario. Pero no es peligroso.

12 marzo 2007

solos

Después de muchas noches y muchos días sin darme cuenta volveré a sentir su piel ahora descuidada, sus besos desentrenados, sus manos temblorosas y dudosas por no querer dañarme, su calor, sobre todo su calor, volver a sentirlo para darme cuenta mucho más de lo que le echo de menos.
Después de muchos días sin mi y muchas noches de rebotica, después de limpiar parqué sin probar las mieles del ocio vuelve a degustar los licores de la noche, esta vez solo, para darse cuenta de lo mucho que me echa de menos.
Sí, nos echamos de menos. Sin darnos cuenta nos echamos de menos.

07 marzo 2007

bestias sinvergüenzas

Solo les interesa su propio beneficio por encima del bien del grupo. La comunidad no les preocupa porque prefieren verse favorecidos por encima de los demás: su enriquecimiento económico, social, cultural se enfrenta dentro de ellos al enriquecimiento general. No les importa mentir, pisar cabezas, insultar, tergiversar...
Y lo que es peor aún: les importa muy poco dar la cara aunque se les debiera caer de vergüenza. Son capaces de llamar a la radio haciéndose pasar por otra persona para confundir a su propia audiencia. Pueden cambiar la responsabilidad de datos históricos sin miedo al desclabro. Intentan esconder sus errores tan solo minutos después de haberlos cometido.
Increible e insoportable desvergüenza que debería avergonzar a propios y extraños.

04 marzo 2007

bestias que vienen y van

El tiempo no cura nada: lo sé de buena tinta. Al menos no lo cura sin ayuda. Necesita la ayuda de los espacios, de los caminos, de las bestias que recorren los caminos y que llenan los espacios, y del tiempo que tardan en recorrerlos o en marcharse de ellos. Hay caminos que recorreremos solos para siempre después de que la bestia que nos acompañaba nos haya dejado.
Las ausencias no son más que espacios vacios que pueden tardar más o menos tiempo en llenarse, son caminos que se recorren en compañía a ratos y otros ratos en soledad. Ya hemos hablado aquí hace tiempo de esa soledad, impuesta o elegida. Hay espacios que no se llenan nunca por mucho tiempo que pase.
A través de los caminos hemos encontrado bestias que nos han acompañado durantes distintas etapas, a veces etapas consecutivas, otras etapas alternas. Cuando nos han dejado han llegado otras antes o después a acompañarnos. Muchas etapas se recorren solas sin necesidad de compañía. Otras etapas agradecemos la compañía. Algunas de ellas deseamos que la compañía se quede en alguna parada. Y cuando llegan a una de esas paradas ya pensamos en buscar otra compañía.
Unos que vienen y otros que se van, que decía la canción...

01 marzo 2007

¿tiempo perdido?

Cuando acabaron los anuncios y vi los títulos de crédito no podía dar crédito -valga la redundancia- a lo que veía. Habían desaparecido de mi vida casi noventa minutos y no podía encontrarlos. ¿Me había dormido? No. ¿Había salido de casa a tirar la basura al contenedor más lejano del pueblo? Tampoco. ¿Qué había pasado en ese tiempo? No lo sabía, lo había perdido.
Había perdido el tiempo sin saber cómo y tuve la sensación más extraña que he tenido nunca: la de no saber qué había hecho en ese tiempo. Perder el tiempo es una de mis aficiones favoritas: eso piensa mucha gente a la que le gusta aprovecharlo de una manera distinta. Yo lo pierdo pensando en bobadas mías, mis sueños inalcanzables, mis secretos inconfesables, mis proyectos más absurdos y divertidos... pero sé en qué lo pierdo. Lo pierdo también viendo en la tele bricomanía o decogarden o cualquier programa de cocina. Sí, lo pierdo porque no cocinaré nunca esos platos ni me construiré nunca con mis manos una entradita para el recibidor. Pero me divierto muchísimo, me encanta hacerlo. Pierdo el tiempo delante del ordenador esperando que alguien me diga algo interesante o divertido, y mientras espero escucho cosas que no lo son pero que me sirven para determinar qué es divertido y qué no lo es. Pierdo el tiempo muchísimos minutos diariamente.
Pero esa noche no supe qué había pasado con el tiempo hasta que después de los títulos de crédito pusieron el nudo de la película. A pesar del trastorno de ver una película con un final sabido, me quedó el alivio de no haber perdido ese tiempo.
También pierdo el tiempo esperando que llame, pero luego llama para consultarme el color del sofá y para decirme que lo ha comprado lo suficientemente grande como para que me tumbe con Él.