Nace de un huevo tan pequeño que no deja adivinar su verdadero tamaño. Y además, del huevo surge como una larva que tampoco deja ver quien es realmente. Como siente que no es ella, la larva termina por crear su pupa: con todo lo que no le gusta de su estado larvario, con el esqueleto que no necesita, con todo su excremento crea un caparazón en el que se esconde. La crisálida va formando en su interior un nuevo insecto que conserva los órganos que permanecen inactivos en el interior. Esos órganos cambian muy poco, aunque en algunos casos el cambio es más acusado.
El paso del tiempo abre el camino a la neomariposa, pero la neomariposa no aparece en un tiempo limitado previamente establecido. Algunas mueren antes incluso de serlo.
Muchas se sienten orgullosas del proceso de metamorfosis que han sufrido independientemente de su duración. Muchas otras saben de antemano que su maduración no terminará nunca o que su proceso será largo. Otras olvidan su metamorfosis y creen que nunca fueron huevos, larvas, pupas, capullos... y a pesar de ser neomariposas, sus órganos han cambiado poco, sobre todo su cerebro, y manifiestan tener un interior de capullo.