Retrasó el camino que encontré más tarde, pero eso no significa que tuviera culpa ninguna: los caminos se me han ido abriendo y cerrando, se han ido formando según iba caminando. Es cierto que cuando la perdí empezó a cambiar mi rumbo, pero eso no significa que ella me desviara sino que aquel caminar -como otros- no llegó a buen destino, ni siquiera llegó. Me enseñó otras formas de caminar, de ir hacia delante, pero eso no quiere decir que no las hubiera aprendido sin ella.
Lo que si ocurrió es lo que ha venido ocurriendo con todas las bestias que he perdido: llegó arrasando con fuerza, mostrándome cosas que no hubiera visto por miedo a asomarme, ocupando mi tiempo y mi casa hasta por teléfono, llenando de palabras, de conversaciones muchos silencios... hasta que se callo, hasta que dejó de llamar, hasta que encontró mi camino antes de encontrarlo yo. En fin, como todas, se fue.
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