24 abril 2008

bestias que perdí (V)

Lo encontré en un sitio que parecía preparado para nosotros solos y allí fuimos acomodándonos al espacio y acondicionándolo para nosotros. Fuimos ampliando la sala, abriendo la puerta y en poco tiempo conseguimos sentirnos como en casa en un espacio un tanto frío. Nosotros lo hicimos cálido.
Fuimos llenando la sala de almohadones de sensaciones y cuadros de pensamientos. Compartimos todos esos enseres y los complementamos con otros. Todos ellos estaban cargados de nosotros.
Ampliando las salas llegó Él y, lejos de ser el final para nosotros, continuamos compartiendo cosas en nuestros aposentos, pero sin compartirlo a Él.
Cuando le dije que había un cuadro que no quería poner, lo cogió, se marchó, cerró la puerta y no volvió.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

si me dejaran por cada cosa que no quiero hacer...

X dijo...

Honesto, non?

fisiologus dijo...

*aran, a mi me lo hacen, como ves.
*X, puede que fuera honesto pero abandonar una casa por un cuadro y sin mediar palabra...

Anónimo dijo...

Quizás sea mejor así. Si de verdad te aprecia lo suficiente hubiera respetado tu decisión. El tiempo te dirá si lo que ha pasado ha sido para bien.

Un besazo indomable.

Fabián Aimar (faBio) dijo...

Una loka historia de espacios no tan comunes, no?
buen post
saludetes

Hisae dijo...

Se arrepentirá de sus actos, estoy seguro. Nunca nadie podría abandonar una sala llena de almohadones de sensaciones...

Un abrazo.

fisiologus dijo...

*mario m. relaño, no pretendo que se arrepienta, además, debió de llevarse algún almohadón y, desde luego, el cuadro que quiso colgar. gracias por tu visita.