Se enciende la hoguera que servirá para preparar las carnes y se coloca la mesa en la que se servirán junto con el resto de platos preparados en frío. En torno a ellas girará el desfile de bestias que disfrutarán de la velada con mayor o menor agrado, con más o menos humor.
Y antes de terminar esos menesteres ya se ha presentado el primero de los invitados, aquel al que le gusta llegar puntualmente y siempre se encuentra con el retraso del anfitrión, pero al que no le duelen prendas echar una mano y colocar o disponer lo que haga falta. Llega acompañado de alguno que se comporta contrariamente desinteresado en ofrecer su ayuda para rematar la faena. Bestias ya sabemos que hay para todos los gustos. Como no colabora, prefiere ir sacando una cervecita o abriendo la primera botella de vino y sirviendo a los que colocan la mesa y atizan el fuego.
Van llegando también otras bestias puntuales que van viendo como la mesa se llena de platos, vasos, cubiertos, cestas con pan, servilletas y alguna vela que acompañe con su luz y asuste los mosquitos de las noches de verano.
Se presenta a los que no se conocen y se van formando corrillos: algunos acompañan a quien se ha de encargar de surtir la barbacoa para que el calor de la hoguera le resulte menos sofocante con la compañía, otros se van sentando alrededor de la mesa o campan de pie formando distintos corrillos según intereses distintos. Pero falta alguna que otra bestia.
Llega enseguida la que se ha cansado de esperar a otra que suele retrasarse siempre y desespera a los que esperan hasta el punto de dejar de esperar. Y a su llegada comenta lo de siempre: siempre hace lo mismo, siempre es la misma, es la última vez que espero, ...Y a la llegada de la tardona, se repiten también los comentarios de otras veces: no tiene paciencia, mete prisa y me desconcentra, solo he tardado un minutito,... Y puede que incluso esa discusión esconda otra más seria. Y puede que incluso la discusión abandone el escondite y salga a la luz esa noche al calor de la hoguera.
En los corrillos la conversación ya se ha animado. En algunos la conversación resulta aburrida y pasan por él todos aquellos que desconocen de qué va la vaina, pero que al punto de no poder entenderla buscan la escusa de una copa vacía o un poco de apetito para retirarse a la búsqueda de algo que llevarse a la boca y encontrar refugio en otra conversación más amena. Porque siempre hay quien acapara el tema de la conversación sin dejarlo evolucionar, y lo hace con tanta pasión que llega a provocar el interés de quien se encuentra lejos de ella. Pero al acercarse descubre que se trata de una conferencia interminable sobre el tema de siempre. Hay alguno que no se acerca porque a pesar de no oir lo que se trata en aquel corrillo puede imaginarlo por quien tenga la palabra y por las caras de quienes le acompañan.
Llega la hora de salir la carne del asador y descubres que se despierta la bestia carnivora: aquella a la que no le puedes poner de comer una ensaladita con varios ingredientes porque los detesta todos, no le gusta el queso, no le gusta ninguna de aquellas fruslerías comestibles que se suelen poner en estos casos para deleitar algunos paladares menos carnívoros. Esta vez no ha protestado, pero puede llegar a manifestar su malestar porque no le guste nada de lo que encuentre sobre la mesa y en ocasiones ha causado algún que otro problema.
Poco a poco los estómagos de las bestias se han ido llenando sólidamente y hay que regarlos además con algún licor. Y salen los licores por doquier para regar las gargantas secas y aliviar un poco los estómagos cargados. Las conversaciones se aceleran y, con suerte, las conversaciones han variado su temática, los contertulios han intercambiado sus sillas, se levanta alguna voz sobre las demás en ocasiones, pero a buen seguro, la bestia monotemática continúe soltándole el rollo al último en llegar, esa bestia que suele llegar después de la cena a tomar simplemente una copa y que enseguida se va porque no aguanta más al susodicho, que lleva ya algún que otro gramo de alcohol en la sangre y le cuesta articular palabras y pensamientos, con lo que la conversación se hace insoporta ble. Es entonces cuando, por fin, toma alguna determinación: incorporarse a los grupos y perder protagonismo, o marcharse.
Algunos se alegran tanto que la excitación les lleva al baile, a la risa, al despelote, al desnudo parcial o integral...
Fiestecitas de verano.