Asumo que te quiero y lo sé desde hace tiempo.
Asumo que te quiero y he sabido decírtelo alguna vez porque en este tiempo que llevamos compartiendo juntos he aprendido contigo a decir lo que te digo. He aprendido contigo a decirte lo que siento. Nunca te escondo lo que siento. Sé, en cambio, que hay cosas escondidas todavía, nos quedan cosas por aprender el uno del otro. Todavía no he conseguido saber lo que sientes. Sé que me quieres. Pero se trata además de querer seguir juntos y tú sabes que yo quiero, se trata de querer hacer cosas juntos y tú sabes que yo quiero, se trata de estar preparados para crecer y ya sabes que quiero prepararme... A ti te cuesta más hacer planes, y sobre todo expresármelos. Intento traducir lo que sientes a través de tus gestos, de tus miradas, de tus caricias... Pero no me lo dices. Siento que tienes más miedo. Y el miedo que creo que sientes me hace dudar y sentir miedo, pero al mismo tiempo me parece tan bueno sentir miedo contigo. Porque ese miedo me obliga a expresarte lo que siento para que tú me lo digas a mi también, pero no lo consigo.
Lo has podido leer en la bitácora. Sé que piensas que lo que has leído no te gusta, porque no te lo he dicho. Pero hay cosas que sí que te he dicho. Y también están en la bitácora aunque no las hayas visto.
Un día de febrero nos sentamos en el sofá después de comer como siempre -ya sé: yo no me senté, yo me tumbé- y mientras me acariciabas te pregunté qué te habría gustado que hiciera con mi próximo curso. Como el año anterior respondiste dándome libertad para hacer lo que quisiera -y sabes que quiero estar contigo- y no pude sacarte de ahí. Pero insistí en querer estar contigo y te hablé de futuro. Te propuse la posibilidad de un futuro más juntos. Te hablé de acercarnos. Te propuse compartir más cosas. Yo no quería una respuesta inmediata. Quizás sabía que no la tendría. Y tu no la diste. Te asaltó una vez más el miedo y no dijiste nada. Yo entendí que la idea te gustaba aunque no dijeras nada. Sé que te emocionó saber lo que siento porque a pesar de tus reticencias para besarnos y acariciarnos en el sofá -siempre me acercaba yo- aquel día lo hiciste: te pusiste sobre mi, me miraste con esos grandes ojos castaños apuntandome con sus pestañas, sonreíste, te acercaste más aún y me besaste sin que yo tuviera que pedírtelo.
Supe que me querías, Supe que te gustó lo que dije, pero no supe ni lo sé todavía si tengo que tomar decisiones en otro sentido, si debo cambiar mis objetivos y mis preferencias, si debo hacer algo para acercarnos más, para conocernos más. Tú ya sabes que yo quiero. Yo no sé qué hacer, pero espero.
Asumo, por tanto, que no me digas lo que quieres, asumo que tú eres así -me dicen que es cosas de los piscis-, asumo que tengo que esperar más tiempo y no sé cuánto, asumo que te sientas molesto con lo que hago o digo...
...Sigo asumiendo que TE QUIERO.