Se perdona pero no se olvida. Es una de las opciones que las bestias tienen cuando se ofenden por alguna razón. Otra es no perdonar ni olvidar. En ambos casos no se olvida la ofensa y desconozco las consecuencias de la memoria.
Otra opción es olvidar; a veces ni siquiera una opción, simplemente se olvida porque la memoria es floja, débil. Y el olvido obliga a no perdonar, en algunos casos, porque se olvida antes de hacerlo, no da tiempo antes de que la memoria falle. O porque no se quiere perdonar: se ha olvidado tantas veces la ofensa que en esa ocasión se decide no perdonar, y el olvido ya llegará.
Pero ¿qué sentido tiene no perdonar y luego olvidar? la solución: castigar. Y ya se olvidará.
2 comentarios:
Según lo entiente este plasta que escribe, la pareja consiste en muchos sobreentendidos y muchos "sobreperdonados", porque hay muchas cosas que nos revientan pero que perdonas al ser consciente de la imposibilidad de que el otro corrija su parecer.
Tienes que poner en la balanza qué te soportan a tí, antes de pesar ese o aquel agravio, o corres el riesgo de entrar en cólera por cosas que se suponía estaban aceptadas y enterradas. Las peleas por tonterías acumuladas son las que a mí me parecen más peligrosas.
Perdon por el rollo.
Si molesto, lo borras.
De todas formas, suerte y un saludo.
En mi caso es que soy rencoroso por naturaleza. No soy de los que olvidan y si me dices de perdonar me pones en un aprieto. Demasiadas veces mi parte reconrosa me limita y me coharta. Sólo hay que saber la magnitud de la ofensa para tomar luego una decisión.
Un besazo indomable
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