Si ya lo ha escrito todo Maruja Torres en su columna de El País: este país es hom´fobo lo miremos por donde lo miremos; aunque se esté aprobando una ley que parezca decir lo contrario y que acepte la generalidad, aparecen casos concretos que demuestran que no es cierto.
Un niño de siete años no va a poder ver a su padre -separado de su madre- tanto como debiera porque a un juez le parece que el padre ha dejado de serlo por pintarse los labios y las pestañas. ¡La caña!
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