Has llegado a una puerta a la que tenías que llamar y cuando has llamado te ha entrado miedo. No se acaba ahí tu camino: hay que abrir la puerta después de llamar y continuar por algún pasillo o corredor, o puede haber otra puerta de salida por la que continúe el camino. Has llamado quizás porque querías que la cruzara contigo, querías que estuviera allí simplemente para que la cruzaras, querías que te diera la mano tal vez para cruzar. ¿La has tomado?
Me has buscado para que te acompañe, para que te calme un poco el miedo y eso me ha hecho sentir un poco más grande dentro de ti.
Hoy soy un poco más feliz y te quiero un poco más.