Tiene un rabo largo, de pelo suave, cálido, y lo maneja en sus cacerías como pocas bestias. Envuelve a su presa con él, la acaricia y consigue ejercer sobre ella un control propio solo de su especie.
Aparece ante su presa como el lobo disfrazado de abuelita de Caperucita pero es difícil descubrir que debajo del disfraz se esconde una de las bestias más preparadas para crear alrededor de su presa la atmósfera perfecta para engañarla y salir indemne, sin culpa.
Sin culpa porque será capaz de argumentar a su favor haciéndole ver a la víctima que ella sólo se dejó llevar por una caricia que ella misma solicitó. El neozorro alegará que su caricia no fue una treta sino una ayuda solicitada por la víctima, y logrará convencer a la víctima de que él tan sólo estaba de paso, que se encontró con ella y la ayudó, que no buscaba nada a cambio y que no ha encontrado nada en el camino... sólo ha ofrecido su caricia.
En su caricia se incluyen palabras que pocas bestias dicen. El neozorro se muestra solitario, con necesidad de amar... pero no pide compañía ni amor, ya lo hemos dicho. El neozorro se muestra tan solo que es capaz de fingir esa soledad y guarda pruebas feacientes de ello. Pruebas que no duda en ofrecer a la víctima y que sirven de arma a la vez para seguir acariciándola.
El neozorro a veces huye y deja libertad a su presa: es otra de sus tretas. Pero en sus huidas deja también algunas pistas para sus presas, pero pistas deliberadamente difíciles de leer por sus presas. Luego les dirá para su defensa que estaban bien claras.
Las huidas del neozorro a veces son bruscas, pero la presa espera. El neozorro deja libertad a la presa pero la ata en corto. Cuando la presa vuelve para buscar su caricia, el neozorro puede recurrir a sus huidas bruscas, pero sabe que la víctima estará esperando. Y el neozorro siempre se guardará un as en la manga para poder negarle la caricia y seguir siendo bueno.
1 comentario:
Vamos, que es un cabrón
Publicar un comentario