18 febrero 2008

compuesto...

Hace dos años y medio volvieron a darme el mismo destino que me habían dado dos años antes en los límites de la Mancha con otras tierras. Repetir no fue nada traumático a pesar de que el que viene por aquí venga de paso, ni a pesar de dejarlo a Él solo en Madrid. Volvía a un lugar donde había pasado buenos ratos, y reencontraba gente con la que los había pasado.
Las circunstancias invitaban a ir haciendo camino, a caminar, a buscar nuevos senderos, y no lo dudé. Me calcé las botas y comencé. Muy pronto encontré la primera cueva: un ático abuhardillado con dos dormitorios y dos terrazas que dejaban ver un paisaje típico manchego, una antigua torre medieval, y los tejados de la ciudad. Pero en el sótano estaba la penitencia porque allí no cabía mi coche ni ningún otro: la plaza de garaje no cumplía las medidas mínimas exigidas porque alguien no se las exigió. Y el precio que ofrecí -lógicamente desconté lo que costaria la plaza de garaje- no convenció al vendedor.
Abandoné el camino para preparar oposiciones.
Pero al año siguiente -hace un año y medio- volví a las andadas, y pronto encontré otra vuevecita en un antiguo edificio que se elevaba muchas plantas por encima de lo que hoy se edifica en la zona. Alli, otros dos dormitorios, una cocina muy bien equipada y un salón en el que se quedaba un gran sofá de cuero blanco junto a las ventanas desde las que se veían los molinos de viento y el campo detrás de la ciudad. Perfecto hasta que el banco me confirmó que su precio -razonable, no lo niego- estaba muy por encima de su valor de tasación y no podrían prestarme el dinero que necesitaba.
Esta vez no me rendí y continué buscando, viendo chocitas pequeñas muy recomendables para quien no quiere limpiar mucho, como yo, pero poco ajustadas de precio. Hasta que, por recomendación de algún banco me decidí por un piso de dimensiones mayores que pudiera dar una tasación más generosa y que me permitiera acceder a una cantidad prestada por el banco mayor. Pero tampoco fue la solución porque los tasadores le daban un valor menor del que tenía. La solución de buscar cabañas más grandes quedaba descartada por incómoda y poco práctica puesto que no solucionaba el problema del préstamo.
La siguiente chocita que me gustó era pequeña, muy justa, pero suficiente, aunque la sorpresa llegó cuando descubrí que estaba registrada como oficina en un edificio de viviendas lo que la convertía en un lugar mínimamente valorado y, sobre todo, en una vivienda cuasi-ilegal que no me convenía en absoluto. Nuevo descarte.
A los consejos de algún otro banco de buscar alguna vivienda antigua que pudiera reformar y con metros suficientes para dar una buena tasación, respondió mi madre -muy sabia ella- que no me apoyaría si no me compraba un piso de nueva construcción, con garaje y ascensor. El apoyo no iba a ser económico -pobre madre mía con una pensión de viudedad- pero era importante para mi. A partir de ese momento numerosos apartamentos más o menos nuevos -aunque de segunda mano, para evitar esperas en la construcción-, coquetos, recoletos, apañaditos, muy monos muchos de ellos, pero todos con un precio por encima de su valor real lo que dificultaba su compra.
La solución estaba en algunos casos en registrar la vivienda con un precio menor del que había supuesto su compra, pero eso suponía manchar el dinero, convertirlo en negro. Y eso en los casos en los que no se hacía de antemano y era el propio vendedor quien vendía en dos precios, cada uno de un color.
La última cueva que vi en la "capital" de la Mancha parecía la definitiva. Apartamento ático en el centro del pueblo orientado al sur, soleado, con garaje, bien construido, con un solo dormitorio, un vestidor amplio, baño, amplia cocina, salón comedor, parqué y con trastero y terraza. El precio era bueno -aunque una parte tenía que ser negro, estaba en cierta forma justificado por una reforma importante que el propietario había hecho antes de la entrega de llaves y que quedaba estupendamente: era la reforma que yo mismo hubiera hecho y no le podía poner ninguna pega- y podríamos tener solucionados los problemas de las chocitas anteriores. Pero las inmobiliarias de la zona demostraron el colmo de la incompetencia y en el momento en el que iba a hacer una entrega de dinero para formalizar la compra le añadieron un millón y medio de pesetas más que en varias ocasiones había quedado descartado de manera muy clara, pero que en el último momento fueron solicitados de manera impepinable.
Estas fueron las últimas lágrimas que he derramado, y despuñes de mucho tiempo. Esas lágrimas sirvieron para olvidarme de la "capital" de la Mancha como refugio para mis próximos años de vida. Y empecé a plantearme residir en el pueblo que me acogió en la Mancha desde el principio, desde aquel primer destino aquí.
Pero aquí hay pocas opciones y casi todas pasan por casas de segunda mano de protección oficial que tienen un precio marcado por la administración y que lógicamente son un nidito para el dinero negro. La última que he visto ya sí qu clama al cielo y casi me obliga a rendirme, y si no a rendirme, sí a descartar la Mancha como lugar de residencia futuro. La casita tiene de todo: tres dormitorios, salón cocina y baño, un pequeño sótano diáfano, un patio donde tomar el fresco y poner macetas, y sitio para guardar el coche, además de un precio muy asequible para quien disponga de dinero contante y sonante, porque si vas a pedirlo te dirán que la casita tiene un valor de 30000 euros de los cuales el banco puede prestarte un 80% que, a pesar de lo bajo del precio de la casa, no llega ni para cambiarle el suelo.
En fin, la administración favoreciendo el blanqueo de dinero a aquello que deseen blanquearlo.
Y yo, compuesto y sin casa.

11 febrero 2008

decir en la bitácora

Será que tenemos miedo a decir en otros sitios lo que decimos aquí. Será que en otros sitios no tiene mayor importancia lo que decimos aquí. Puede ser que no seamos tan importantes como para que nadie muestre el mayor interés por lo que decimos. O puede que sea que lo que digamos no sea ni siquiera interesante, ni para mi, ni para nadie, simplemente sean cosas simples sin mayor trscendencia.
¿Qué miedo tenemos a decir algunas cosas en según qué sitios? ¿Qué importancia tiene lo que digamos, incluso siendo fruto de lo que pensemos? ¿Hacemos daño a otros si lo decimos?
Esta bitácora es, sin querer, fruto también de estas preguntas retóricas, fruto de estas reflexiones sin importancia ni interés. Todo lo que aquí se dice cobra importancia en la medida en que se dice aquí y no en ningún otro sitio. Lo que aquí se diga no saldrá de aquí: quedará entre nosotros para siempre. Y, por otro lado, no debemos darle mucha importancia a lo que digamos aquí pues solo tiene sentido en este ámbito. No llegará al cara a cara. No nos atrevemos. No tendría mucho sentido.