27 agosto 2008

neoconejo

Al neoconejo le pusieron un día una trampa y, aunque cayó en ella, supo salir airoso y escabullirse. Necesitó ayuda para ello, la buscó y la encontró en otra bestia generosa quizás, altruista, desinteresada o no, no lo sabemos. El neoconejo, como en las fábulas, se vió atrapado en el engaño y recurrió a otras bestias para que le ayudaran a salir con éxito y con fuerza para no caer de nuevo. Eso no es óbice para defenderse -si es que pudiera ser defensa- con las mismas armas con las que otros lo atacaron en su momento. Que el neoconejo no escuchó al Quijote aconsejar a Sancho no dar a los demás lo que no le gustara recibir de ellos.
Al neoconejo le gusta la hortaliza que otros han cultivado en su huerto; disfruta comiéndosela a escondidas, lo hace incluso descaradamente y logra esquivar el ataque defensivo de quien, con esmero, ha cuidado de su cosecha hasta que el roedor la ha alcanzado y ha dado cuenta de ella. No supo que le esperaba una trampa con el tiempo. Pero el neoconejo aprenderá a salir de las trampas con ayuda de otros y, sin darse cuenta ni necesitarlo, a construir otras sin dificultad para los mismos que le ayudaron.
Al neoconejo de nuestro neobestiario lo llevaron de viaje de placer y, una vez allí, le hicieron un gran vacio que le dolió, le molestó, y tuvo consecuencias sobre su bestia. El neoconejo pidió ayuda a otras bestias que le facilitaron la salida del laberinto en el que se había metido. Pronto el neoconejo ha pagado la deuda adquirida de la peor manera: construyendo la trampa para aquella bestia que le ayudó. El neoconejo preparó un viaje con otras bestias y, a quien le ayudó, le ha tendido la misma trampa sin apenas darse cuenta, sin sensación de culpa y sin conciencia de daño.
Al neoconejo le enseñaron la salida un día y la aprendió, pero sin querer aprendió a abrir la trampilla donde caerían otras bestias.

18 agosto 2008

hay que celebrarlo

No hay muchas bestias que se alegren realmente de los éxitos de las demás, o no saben cómo mostrar esa alegría. Bestias que no tienen la suficiente habilidad social como para coger el teléfono y felicitar a otra por la razón que le haya acontecido. Pueden ser, en cambio, lo suficientemente habiles como para haber reclamado tu atención en algún momento menos significativo incluso.
Mejor lo aclaro. En los primeros días del verano recibo un mensaje de móvil de un compañero reclamando una llamada después de varios días de no estar juntos por las vacaciones. Hice la llamada, que quedó en llamada perdida y por eso envié mensaje. Aún no habia recibido las buenas noticias del verano. Una vez recibida la noticia de mi aprobado, aún no he recibido la que creo que hubiera sido la llamada correspondiente por parte de ese compañero. Es sólo un ejemplo.
Otros han enviado mensaje al móvil para felicitarme y para preguntar por tal o cuál, supongo que seguirán esperando respuesta. Muchos no han llamado ni han felicitado como era previsible.
Los demás sí que me han mostrado su alegría, incluso más de la que yo siento, pues aún no me llega la camisa al cuerpo. Lo cierto es que no termino de aterrizar porque no sé por dónde va a continuar mi camino y eso me preocupa, está claro.
No sé si estoy preparado ni siquiera para celebrarlo.

13 agosto 2008

Sorolla

Admirado por la obra de Sorolla que se expone ahora en Málaga después de pasar por Valencia y antes de visitar otros sitios, y admirado por la inmensidad de su producción -tanto la que se puede ver ahí como la restante- se me ocurre plantearme algunas cosas sobre la vida de estas bestias dedicadas a una faceta, sea cual sea, toda su vida, y dedicadas con tanta pasión y éxito.
Me planteo cómo estas bestias podrán dedicarse a otra cosa que no fuera su producción, si tendrían tiempo de admirar la obra de otras bestias como ellas, si podrían dedicarle un ratito al día a cualquier otra ocupación que no fuera la que les ha dado el éxito, cuántos libros leerían, o qué tipo de ejercicio físico realizarían fuera de su trabajo y dedicación.
Todo esto podría ser ignorancia mía o incapacidad de hacer lo que hacen o hicieron Sorolla y otros como él: pintores, escritores, investigadores... cuya inmensa obra evidencia, para mi, la falta de tiempo para otras cosas.
¿Por qué no me da tiempo a mi a hacer tantas cosas que quisiera hacer? ¿Al menos algunas?