03 noviembre 2005

dos caras de la falsa monea

Poco a poco van dándose cuenta de que se quedan solos, advierten que hay cosas que van cambiando, suponen que aquello se acaba porque llega la monotonia, el desencuentro ocasional, las diferencias -que son tan interesantes- ... y les entra un miedo extraño que no controlan y se les ocurren cosas tan extrañas como el miedo.
Casi sin pensarlo y después de no tener a nadie más que al otro, se lanzan a la calle a buscar lo que creen haber perdido en casa. Cuentan una película triste, recurren a la soledad, a la cama vacía, a la melancolía... algunos recurren al desprecio por el daño recibido, al rechazo a lo anterior, a los insultos incluso para creerse la historia que se han fabricado porque aun no saben que lo que cuentan no es cierto, que no hay soledad, ni cama vacía, ni melancolía... ni siquiera hay desprecio, ni rechazo, aunque sí insultos.
Al poco, algo ocurre que les hace ver lo que realmente hay, y se arrepienten de lo dicho y hecho, se dan cuenta del error, o prefieren no ver el verdadero problema; pero no se hacen cargo de su mentira, no la reconocen y ahi dejan al resto del mundo haciéndoles creer que nunca fue como les recuerdan, que no se han olvidado de lo dicho y hecho sino que nunca ha ocurrido.
Ahí se queda uno jugando a cara o cruz.

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