11 julio 2006

bestia presumida

Después de hacerlo, cuando llego a casa, una vez que me he dado cuenta de lo que he hecho, me arrepiento tanto, me avergüenzo muchísimo y me río de mi mismo.
Lo evito siempre que puedo, intento que no ocurra nunca, pero a veces se me escapa, me dejo llevar por el interés que escasamente despierto y aprovecho la ocasión para hacerlo. Aunque más que aprovechar la ocasión, la ocasión se aprovecha de mi vanidad oculta para sacar fuera la bestia presumida que llevo dentro. Luego me avergüenzo terriblemente.
La bestia presumida en que me convierto no es esa bestia que muchos ven porque salta a la vista. La bestia presumida que soy está muy oculta, encerrada, presa de mi propia vergüenza, pero lucha por salir y se deja arrastrar por la ocasión de vez en cuando.
La bestia presumida de la que me avergüenzo es esa bestia que hace que algunos cuenten sus hazañas amorosas, o sus juergas etílicas, o sus éxitos profesionales injustificados... Presumen de haber tenido muchos amantes y lo cuentan con desgana forzada no queriendo presumir de ello pero fracasando en el intento; Dejan ver al otro lo grandes que son en el amor, le hacen ver una superioridad, le muestran su carácter prescindible y se jactan de sus capacidades amatorias al mismo tiempo que se vanaglorian de su autosuficiencia. Narran a diario multitud de noches sin fin a la sombra del alcohol en cantidades cada vez mayores sin efecto ninguno sobre ellos y tienen siempre mil anécdotas alrededor de esas juergas que suelen ser las más divertidas de todas. Han sido afortunados en su profesión recibiendo un golpe de suerte en algunos casos que les ha llevado al éxito; en ese caso no dudan en presumir de ello hundiendo al pobrecito que se deja los cuernos en el empeño.
Esa misma presunción es la que me avergüenza cuando la practico: no me gusta.

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