20 julio 2006

bestiario popular en otra noche de verano

Otra noche más en la que se puede trazar un nuevo bestiario tuvo lugar en la terraza de la piscina: abarrotada de gente por el anuncio de la representación de una obra de teatro de Valle Inclán de la mano de una compañía de aficionados y al módico precio de un café o una copa.
Se anunciaba la función para las diez y media de la noche y allí llegué con parte de mi familia. Pedimos café descafeinado con hielo y limón. Cuando acabé mi café me pareció que la función y la ocasión merecía que pidiera también un digestivo más contundente y, aunque no fue el de costumbre, lo disfruté sentado al fresco intentando ver la representación.
Por supuesto los actores, poco acostumbrados a situaciones de ese tipo, tardaron más de lo previsto en dar comienzo a la función. Supongo que también prefirieron que acabara el trasiego de camareros sirviendo cena a los muchos comensales que allí se habían reunido, unos simplemente para cenar sin saber que presenciarían una representación, otros llegados hasta allí para la ocasión aunque aprovecharan para cenar. Cuando lo consideraron oportuno y estuvieron preparados salieron a saludar al público y anunciar que comenzarían en breves instantes. Al poco uno de ellos salió para anunciar la obra, para pedir la colaboración del público y para recitar unos versos en los que se hablaba del Amor. Y sin más la primera actriz aplaudió al recitador que la acogió en sus brazos con calor.
Allí fue teniendo lugar una representación en la que apenas veíamos por los comensales que teníamos delante y la falta de previsión de la terraza, y apenas oíamos por el ruido ambiental.^
Por allí fue pasando la hija del taxista que nos invitaba a acudir el sábado a una obra de teatro en el festival de Mérida. Salimos de aquí a las dos de la tarde, cuando llegamos, vamos primero a cenar y luego a ver la obra. Te llevas una camisetita fresca para por la tarde y luego un pareíto por si refresca por la noche. Ella tan mona pero sin saber cuál era la obra que iba a ver. Llevaba de la mano a la hija de una vecina suya, prima segunda mía, que en una arrebato se levanto de la mesa donde estábamos y le arreó en la cabeza a otra que estaba en otra mesa. Utilizó como arma una botella de plástico en la que la abuela le había puesto leche con colacao para cenar. Una bestia.
Antes de levantarse para salir de allí vio llegar a uno de los hijos pródigos del pueblo. Se marchó cuando encontró a su primera mujer: una prostituta muy jovencita de la que se enamoró cuando acababa de dar a luz a su primera hija fruto de una relación anterior. La vergüenza de la madre de el y suegra de ella hizo que se marchara del pueblo aunque lo visitara fugazmente de vez en cuando. Pero aquella noche de teatro popular se presentaba allí con su última conquista, la siguiente después de que la ex-prostituta se marchara de casa y lo dejara con dos plamos de narices y otros dos de panza. Y era una caribeña -porque ese culo y ese color de piel no pueden ser de otro sitio- también con hijo, que lucía tatuajes en la baja espalda y mucha piel al aire gracias a la poca ropa y su gran volumen. Cuando empezó la función sacó cámara digital para inmortalizar la escena.
Más tarde, bastante más tarde -pues la caribeña y el hijo pródigo ya habían dado buena cuenta de la ración de magro con tomate- llegaron las señoras del PP. Y yo no digo señoras por que estén todas casadas, porque no hace falta estar casada para ser una señora, sino porque no quiero enumerar los distintos estados civiles de las señoras. Porque las señoras del PP ya no son todas casadas, como Dios manda. Ahora se presentan tarde en cualquier evento para dejarse ver en algunos casos precisamente por su estado civil o por sus necesidades vitales o fisiológicas o anatómicas o qué sé yo. Pero se permiten incluso vocear al camarero para que les cambie la mesa de sitio, pararse a charlar con los espectadores que intentan seguir atentamente la función, e incluso pedir opinión a unos desconocidos para ver si estaría bien cambiar de sitio la mesa. Estas chicas del PP ya no son lo que eran. Son muy divertidas.
Sorprendentemente fueron los arrabales los que se comportaron aquella noche frente a su costumbre. Dejaron las hamacas recogidas en sus casas -porque no están seguras en medio de la calle si no están ellos- y salieron a tomar unas raciones y ver la obra que les ofrecían en la terraza de la piscina. Pero junto a los arrabales, los amigos de los actores se sintieron contagiados y no dejaron de reir a carcajadas y mandíbula batiente cualquier gracieta del texto o cualquier gesto de sus amigos. Estos no fallaron ni se despistaron en la dicción. O al menos eso pareció.
Sin esperar a que terminaran los actores su representación decidimos marcharnos porque no veíamos ni oíamos nada. Pagamos religiosamente y nos marchamos.
No imaginé encontrarme un bestiario tan lucido y tan variopinto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

salsa rosa pura y dura

Anónimo dijo...

Una pena que no pudieras disfrutar de la obra de teatro al completo. Las noches de verano permiten que gente de todas las "especies" surjan de sus lugares habituales.

Un abrazzo di Dani Hunting