02 julio 2006

me tienes las orejas "mosas"

El título es una frase de mi madre. A veces, en lugar de orejas, dice oídos -quizás con más propiedad en este caso-.Si tengo que dar una explicación de lo que significa -tengo que hacerlo- he de recurrir a unas etimologías inventadas sin base filológica ninguna. Creo que mosas es una deformación de mohosas, y a la palabra mi madre le da un significado que no tiene para el resto de los mortales. La culpa no la tiene mi madre, la etimología de la palabra se remontará ve a saber dónde: también se lo oía decir a mis abuelos maternos y supongo que ellos no crearían el vocablo; el habla de mis abuelos tiene rasgos del leonés, del gallego, del extremeño... castellano occidental, un castellano muy particular el suyo.
En fin, mosas significa en ese contexto algo así como agotadas, cansadas, ahítas, quizás dilatadas, seguramente quiere decir muy preparadas para escuchar, expertas en la escucha, bien entrenadas.
Los que utilizan el messenger para comunicarse con otras bestias habrán comprobado como algunas de ellas anuncian su estado o su situación personal en el lugar del nombre o del mensaje para mostrar. Así te avisan de su cumpleaños con un mes de antelación, de su nueva condición de enamorados, de su enésima depresión.
Sin necesidad de recurrir al ciberespacio están aquellas bestias que cogen el teléfono para informarte detalladamente de sus actividades con todo lujo de detalles sin importancia hasta que preguntas por algo que realmente te importa o hasta que cuentas algo que a ellos no les importa. Muchas bestias callan lo realmente importante para ti. Muchas bestias no tienen ningún interés por ti, más que para que pongas la oreja, para dejártela mosa.
Alguna vez he probado a manifestar lo que siento en esos casos, pero no suele surtir el efecto deseado. La bestia que oye la verdad está oyendo demasiado en muchas ocasiones. Está oyendo algo que no quiere oir. Ahí es donde termina el relato.
Esto no es un relato pero lo voy a dejar aquí, tengo un café en la mesa y compañía.
...
El café y la compañía me han hecho pensar en lo diferente que es una mesa más concurrida. Antes hablaba de un diálogo, pero la conversación mantenida durante esta pausa me ha mostrado que en estos casos también hay bestias que hablan más que los demás, bestias que escuchan lo que les echen, bestias que preguntan para escuchar, bestias que esperan preguntas para ser escuchados... la fauna es variopinta, plural, interesante.
En estas conversaciones el chaparrón verbal es más llevadero, se comparte, es uno solo el que habla mientras que los que escuchan son varios y se reparten el peso de la audición. Llegado el caso se puede desconectar aprovechando el desvío de la mirada de la bestia que habla o se puede introducir más fácilmente algún elemento que pueda desviar un poco el tema de la conversación. Cuando se trata de un diálogo -me parece que estoy hablando de una confesión- es más difícil obligar al la otra bestia a cambiar el rumbo.
Al final, después de tanto escuchar, muchas veces no he oído lo que quería, pero construye. Abrir los oídos es como abrir la mente, al menos me lo parece. Un profesor que tuve decía que le daba más miedo el que escuchaba que el que hablaba. Será que a quien habla se le va la fuerza por la boca y quien escucha guarda todas sus fuerzas. Más o menos así lo explicaba mi profesor.

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